Tras muchos años dedicada a estudiar sólamente las patologías y enfermedades mentales, la Psicología comienza, a finales del siglo XX, a centrarse también en aquellos aspectos psicológicos relacionados con la salud, tales como el bienestar, la satisfacción, la motivación, el optimismo, la resiliencia y la felicidad, a partir de la observación empírica de los beneficios que éstos presentan para las personas. Todo ello sin apartarse nunca de la más rigurosa metodología científica propia de toda ciencia.
Esta corriente, llamada Psicología Positiva, encabezada en Estados Unidos por Martin Seligman, de la Universidad de Pennsylvania, se centra en explorar cuáles son los factores que hacen que unas personas estén más satisfechas con su vida que otras, o los factores que permiten que una persona pueda superar de una forma sana una pérdida o una situación traumática.
Uno de los aspectos que, en sus estudios, ha demostrado contribuir de forma importante al bienestar subjetivo de las personas, es el número y calidad de las relaciones sociales que establecemos, mostrando el apoyo social y familiar como una de las variables que, con frecuencia, presenta un efecto beneficioso sobre la calidad de vida de los seres humanos y supone un importante amortiguador emocional en épocas de estrés.
La búsqueda de ese apoyo social y familiar ha sido una constante en todas las épocas históricas y en cualquier punto de nuestro planeta. Los seres humanos nos hemos agrupado en comunidades, en hordas, en clanes, en familias…, en una unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo y que supone, en cualquier caso, un soporte emocional e instrumental de primera magnitud.
Qué mejor, pues, para echar a andar este blog que una primera entrada que reflexione acerca de uno de nuestros soportes vitales más importantes.
Y qué mejor, entonces, que dedicar precisamente esta primera entrada, por un lado, a mis padres, que me enseñaron la importancia de ser empática y resiliente (aunque ellos no conocieran estos términos), y, por supuesto, a la familia que yo he formado, gracias a la cual existe esta web y gracias a la cual me siento feliz y viva pase lo que pase en mi vida.