Es sabido que uno de los aspectos fundamentales para prevenir la violencia contra las mujeres y construir una sociedad más justa e igualitaria es la educación. Una educación que promueva la superación de las numerosas barreras que sustentan la desigualdad entre varones y mujeres: la forma en que se organiza el trabajo remunerado y no remunerado, la atribución de los salarios, el reparto de la riqueza, el acceso a puestos directivos, la valoración de los roles desempeñados, el reconocimiento de los logros conseguidos…
En función del sexo con el que se nace (masculino o femenino) se presuponen diferentes funciones o roles de género y se interiorizan unas formas de hacer y de pensar. Así, vemos «normal» que se atribuya a las niñas el cuidado, la expresión de los afectos, la vulnerabilidad… y, a los niños, el uso de la fuerza y la violencia, la independencia, la competitividad…
De todo esto se habló el jueves pasado en la asociación de Vecin@s de El Quirinal, de cómo la familia transmite estereotipos de género por:
1. Las expectativas de las madres y los padres respecto al comportamiento de sus hijas e hijos.
2. La forma de tratarles según sean niñas o niños.
3. La distribución de roles entre la madre y el padre.
A lo largo de la sesión reflexionamos sobre la necesidad de:
– Superar los estereotipos sexistas.
– Fomentar el reparto igualitario de tareas, de toma de decisiones, de tiempos de descanso…
– Construir otros modelos de masculinidad no basados en la violencia.
– Dejar que los niños y las niñas elijan los juguetes sin condicionarles por su sexo.
– Reconocer y dar valor a las niñas y las mujeres: lo que son, hacen y han hecho, su cultura de paz, cuidado y comunicación.

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