La vida es un juego en el que hay que solventar obstáculos, aprender de los errores, reconstruirse tras la adversidad, no recrearse en el pasado, aprovechar oportunidades, disfrutar de lo que nos importa, no perder de vista aquello que da sentido a nuestra vida…
Todo ello forma parte de lo que se denomina resiliencia. Un término que proviene de la física y que hace referencia a las cualidades de un resorte: resiste a la presión, se dobla con flexibilidad y recobra su forma original.
En psicología, al hablar de resiliencia, se hace referencia a una actitud personal de no caer en el victimismo y en el derrotismo.
Las personas resilientes tienen varias capacidades que las distinguen frente a las que no lo son:
– Aceptación de la realidad (aceptar no es resignarse, no es permanecer pasivo/a frente a lo que ocurre)
– Compromiso consigo mismos/as, con sus objetivos de vida
– Optimismo realista
– Manejo emocional
– Confianza en las propias capacidades para salir adelante
Ser resilientes no nos inmuniza contra el malestar, el dolor emocional, los problemas o las adversidades. La muerte de alguien cercano, una enfermedad grave, problemas económicos serios, la pérdida del trabajo, etc., siempre van a producir dolor, incertidumbre e inseguridad. Pero muchísimas personas, desde el comienzo de los tiempos y en cualquier punto del planeta, han sido y son capaces de adaptarse, sobreponerse y seguir adelante con sus vidas.
La resiliencia no es algo con lo que se nazca o no, sino que tiene que ver con un conjunto de conductas y de formas de pensar que se pueden aprender y desarrollar.
Por ello, porque se puede aprender y desarrollar, es por lo que se ha realizado un taller en la sede de la A.A.V.V. El Hórreo, en el Carbayedo. Un taller en el que las numerosas mujeres participantes compartieron experiencias de afrontamiento, objetivos e ilusiones, pues la vida siempre nos da nuevas oportunidades… la vida siempre merece la pena.

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