Otra de las actividades en las que he colaborado esta semana tiene que ver con una iniciativa del Club de Lectura «Una habitación propia» de la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento avilesino en la que, a lo largo del día de ayer en el Salón de Plenos del consistorio, se leyeron diferentes textos de diferentes escritoras, con una especial incidencia en la obra de la escritora británica Virginia Woolf.
A lo largo de la mañana fue el alumnado del C.P. Sabugo, y de los institutos Número 5, La Luz y Carreño Miranda. Por la tarde, realizaron sus lecturas, representantes de diferentes partidos políticos e instituciones, así como diversos colectivos y entidades sociales y culturales de Avilés.
El principal objetivo de la jornada no fue otro que el poder abrir una ventana y dar valor a la literatura de tantas y tantas mujeres cuya obra ha pasado desapercibida a pesar de ser reconocida su inmensa relevancia y maestría.
Este es el texto que yo elegí. Se trata de un extracto de la obra «Una habitación Propia», de Virginia Woolf:
“Las mujeres han gozado de menos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres no han tenido ninguna oportunidad de escribir poesía, por eso he puesto tanto énfasis en la cuestión del dinero y la habitación propia. De todos modos, gracias a los esfuerzos de esas mujeres anónimas del pasado, de quienes me gustaría que supiéramos más cosas, gracias curiosamente a dos guerras -la de Crimea que sacó a Florence Nightingale de su sala de estar, y la Primera Guerra Mundial, que abrió las puertas a las mujeres corrientes unos sesenta años más tarde-, estos males están en vías de repararse. De lo contrario esta noche no estaríais aquí, y vuestra oportunidad de ganar quinientas libras al año, aunque me temo que siga siendo escasa, sería ínfima.
Aun así, podríais objetar, ¿por qué concede tanta importancia al hecho de que las mujeres escriban libros, cuando, según dice usted misma requiere tanto esfuerzo, incluso podría llevarla a una a asesinar a su tía, casi con seguridad le hará llegar tarde a la mesa y quizá pudiera suscitar disputas graves con personas excelentes? Mis razones, lo confieso, son en parte egoístas. Como a la mayoría de las mujeres inglesas, que no han recibido una educación, me gusta leer, me gusta leer montones de libros. De un tiempo a esta parte mi dieta se ha vuelto algo monótona: la historia se ocupa demasiado de las guerras; la biografía se ocupa demasiado de los grandes hombres; la poesía, en mi opinión, se ha mostrado proclive a la esterilidad, y la novela… Creo que ya he expuesto suficientemente mi ineptitud para criticar la novela moderna, por lo que no diré nada más al respecto. Os pido por tanto que leáis toda clase de libros, sin titubear ante ningún tema, por trivial o inabarcable que parezca. Por las buenas o por las malas, espero que contéis con dinero suficiente para viajar y disfrutar del tiempo libre, para contemplar el futuro o el pasado del mundo, para soñar gracias a los libros y callejear sin rumbo y hundir la caña del pensamiento en el río…
… Por eso, cuando os pido que escribáis más libros, os estoy instando a hacer algo beneficioso para vosotras y para el mundo en general”
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