No quiero ser perfecta,
ni siquiera
para que tú me quieras.
Me gusta equivocarme,
confundirme de fecha,
dejar el polvo sobre los armarios
si el sol se desempolva y canta fuera,
me gusta que la carne quede sosa,
comer verdura si el arroz se pega,
vivir a saltos,
esquivando baches,
brincar con los dos pies aunque me pierda
(hay charcos profundos como cavernas).
No puedo ser perfecta,
soy culpable
de no intentarlo con la misma fuerza
que pongo
en el empeño de mi vida
de ser feliz
y amar lo que me ofrezca
(mis hijas,
respirar,
estos poemas…
etcétera, etcétera, etcétera)
«Canto a la vida» de Esperanza Medina
Esta semana finalizó en la casa de Encuentros el taller que, desde el 6 de octubre, desarrollé para la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Avilés. Un taller en el que aprendimos que no tenemos que ser perfectas; que somos valiosas por lo que somos, no por lo que hacemos o por lo que tenemos; que somos las principales responsables de nosotras mismas y de nuestras vidas; que está en nuestra mano fortalecer la percepción (tantas veces distorsionada) de nuestra valía; y que estar exigiéndonos continuamente más y mejor siempre nos acaba abocando a la insatisfacción y la angustia…
Y no pudo terminar de mejor manera que con la visita de la escritora y poeta avilesina Esperanza Medina, que aceptó nuestra invitación para participar en la clausura del taller y escuchar emocionada una versión con música de su poema «Canto a la vida»
Vaya desde aquí mi sincero agradecimiento a Esperanza, por su sonrisa, su amabilidad y por dedicarnos un trocito de su tiempo; a Dulce, por el esfuerzo de componer una música adecuada al poema y cantarlo luego con ese arte del sur que tanto nos emociona; y, cómo no, a todas las mujeres que han formado el grupo, por su interés, por su participación, por su cariño… y, sobre todo, por convertir mi trabajo en un verdadero regalo.
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