Cosas del invierno (4-12-17)
Por si no lo saben, el invierno ha llegado…
Y ahí está nuestro Javier Fernández con los presupuestos regionales para 2018 a cuestas. Esperemos que el frío no hiele la ocasión de un necesario pacto de izquierdas que pueda suponer implementar más medidas de corte progresista, no vaya a ser que, aunque nuestro presidente autonómico, de momento, dice que no está por la labor, se volviera a la orilla conservadora volviendo a dar otra rebaja de impuestos que beneficiara especialmente, una vez más, a las clases privilegiadas, porque sí, porque lo valen…
Más allá del Pajares y, por esas ironías que, a veces, tiene la vida, el mismo día que se produce el procesamiento del PP por haber destruido pruebas importantes en el caso de la Caja B, el gobierno nos quiere vender la moto de la guerra a las noticias falsas, parece ser que para combatir la desinformación de los españoles y mucho españoles. Que comiencen a temblar en RTVE…
En este invierno que ha llegado, también volveremos a ser testigos de cómo ni los bancos ni los condenados por corrupción devuelven ni un solo euro y, para pagar las pensiones, sí esas que suben unos eurillos cada año para que, quienes nos dirigen, puedan presumir de que son el no va más de la eficiencia económica, para pagar, digo, las pensiones de este mes, el gobierno de M. Rajoy ha vaciado casi todo lo que quedaba en “la hucha de las pensiones” y ha aumentado nuestra ya elevada deuda, deuda que tendremos que pagar todos…
Pero eso, al final, son todo menudencias, lo importante para nuestro máximo prócer patrio es exigir una explicación de por qué la calle en la que nació no se sigue llamando calle de Salvador Moreno, sí aquel sublevado contra el gobierno de la democráticamente elegida república, aquel golpista del 36 que bombardeó a la población civil de varias ciudades costeras, entre ellas, nuestra Gijón. Pues mire usted, mal que le pese se cambió por una extraordinaria novelista y poeta, precursora de la poesía española moderna. Rosalía de Castro se llama la calle ahora…
En fin, abríguense ustedes que la cosa va para largo.
Saturación informativa (11-12-17)
Numerosas investigaciones ponen de manifiesto el incremento de los niveles de estrés debido a la saturación informativa que sufrimos. Un estrés de tipo crónico relacionado con mayores niveles de negatividad, temor e indefensión que nos conducen, casi sin darnos cuenta, a situarnos en posiciones más defensivas, volviéndonos más prejuiciosos, menos tolerantes y, en definitiva, mucho más agresivos. Desde luego que no estoy yo por la labor de animar al personal a que se instale en los mundos de Yupi, pero entre un extremo y otro, no nos vendría mal un poco de cordura y sensatez. Por higiene mental simplemente…
El caso es que, acostumbrados como estamos a tener nuestra ración diaria de sobresaltos varios en los medios de comunicación (que si asesinatos, que si violaciones, que si corrupción, que si accidentes, que si dirigentes políticos que nos llevan al desastre…), presta encontrar noticias de esas que te hacen reconciliarte con la esperanza y con la vida, como ocurrió hace unos días al rescatar, sanos y salvos, a dos pescadores que habían naufragado frente al Cabo Peñas. Dos personas que resistieron al frío, al agotamiento y al veneno de la incertidumbre durante doce largas horas agarrados a su barco. Bien por ellos y por quienes no pararon de buscarlos hasta que los encontraron.
Por una simple asociación de ideas, al hilo de esta emocionante historia me viene a la memoria el viejo cuento de seis mineros que quedaron atrapados en una galería con oxígeno para sólo tres horas. El único de ellos que tenía reloj les iba informando del tiempo transcurrido, pero, para que no se angustiaran, les iba informando de menos tiempo del que, en realidad, iba pasando. Al final, cuando tras cuatro horas y media, el equipo de rescate llega hasta donde están ellos pensando que no van a encontrar a ninguno con vida, descubren que, sorprendentemente, salvo uno, todos han sobrevivido, todos menos el que tenía el reloj, el único que sabía el tiempo real que iba transcurriendo y, lo que le resultaba más dañino, el tiempo real que supuestamente les quedaba de oxígeno. Moraleja: si alguna vez tienen ustedes que ser rescatados, rompan sus relojes, por si acaso…
Honradez asturiana (18-12-17)
Buenas tardes
Afirma una reciente encuesta que la gente de Asturias somos las personas más honradas de toda España. Según este estudio, siete de cada diez asturianos, si nos encontráramos por la calle un décimo agraciado de la Lotería de Navidad, lo devolveríamos, mientras que, en otros sitios, uno de cada dos se lo quedaría.
Y es que, aunque suene a tópico, los asturianos somos así, sensibles a las injusticias, solidarios y capaces de quedarnos sin nada, llevando hasta las últimas consecuencias, con cierta fanfarronería incluso, eso de “esto págolo yo”.
Es difícil ser decente en los tiempos que corren. Mientras vemos cómo la decadencia de valores de la sociedad ultracapitalista va arrasando, aquí, como en la aldea gala de Asterix, resistimos un puñado de gente que, si bien nos parece justo usar la picaresca para meter al güelu en la nevera y poder cobrar la próxima mensualidad de la pensión (como bien reflejaba Maxi Rodríguez en la magistral “Carne de gallina”), en general, mantenemos la honradez, la lealtad y la solidaridad como emblemas de nuestra identidad. Queremos seguir siendo “grandones” pase lo que pase.
Ahora bien, tengo que compartir con ustedes mis dudas sobre la fiabilidad del estudio de marras, no porque dude de los tópicos que nos adornan, sino por la entidad que lo ha encargado, una empresa que no tiene ningún miramiento a la hora de aleccionar a sus comerciales para que nos metan el miedo en el cuerpo y vender, así, más cantidad de sus productos, una empresa que nos pone el corazón a mil, al borde mismo del infarto con su agresiva y, premeditadamente catastrofista publicidad. No sé yo si no habrá gato encerrado en todo esto y termine resultando una artimaña para colarnos algún producto nuevo …
Sea como sea, que ustedes tengan unas Navidades sin sobresaltos, sin irracionales excesos consumistas, sin agobios de encuentros familiares impostados, que la tranquilidad y la normalidad presidan estos días y, si les toca la lotería, que sean suyos la papeleta o el décimo, para que no se vean en la disyuntiva de tener que decidir entre aumentar su patrimonio o salvaguardar la honra asturiana. Felices fiestas a todas y a todos.
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