PIECES (ARTÍCULOS DE OPINIÓN DEL MES DE JUNIO EN LA VENTANA DE ASTURIAS, EN SER GIJÓN)

NIVELES DE COMUNICACIÓN

Si algo nos caracteriza como especie es lo que nos gusta hablar, hablar con otra gente, con los animales o con la pared de enfrente. ¡Cuánto nos gusta darle a la parpayuela! Y es que, los seres humanos somos seres sociales por naturaleza y desde que nacemos ya nos comunicamos, hay quien dice que incluso antes. Pero no lo hacemos siempre igual, hay diferentes niveles de profundidad:

A veces, comunicamos hechos que ocurren, es lo que llamamos conversación de ascensor, esa en la que usamos el socorrido tema del tiempo. Estos días la practicamos muy a menudo: Que si no viene el verano, que si ya dura demasiado el invierno, que si hasta la santina no te quites la rebequina…

Otras veces comunicamos opiniones, y, aunque siga siendo una comunicación bastante superficial, ya implica un nivel de confianza algo mayor. En las redes sociales, sin ir más lejos, lo hacemos con soltura, opinamos de todo sin ninguna cortapisa, como yo estoy haciendo ahora. El problema es que, a veces, esas opiniones están hechas con tanta mala baba, con tanta inquina, que más que comunicar, agreden de forma gratuita…

Un tercer nivel sería cuando comunicamos sentimientos, como Pablo Iglesias ante la vergüenza de los muertos aún en las cunetas, o como Julen Lopetegui ante su despido fulminante, pero con dinero contante y sonante.

Y cuando ya hay tanta confianza que da asco, llegamos a niveles de comunicación más profundos, cuando revelamos necesidades. Quizá sea esta la que use Iñaki Urdangarín para sentirse más cómodo en la cárcel, que eso de que la justicia es igual para todos, no se lo cree nadie.

Lo que no sabemos es en qué nivel se comunicarían Donald Trump y Kim Jong-un, pero lo que sí está claro es que dos seres con tanto poder y que muestran conductas tan caprichosas, ególatras y con tanta falta de empatía, pueden hablar de hacernos volar a todos y quedarse tan anchos. Espero que sólo hayan hablado del tiempo. De momento, parece que ya se han intercambiado los teléfonos… Echémonos a temblar.

 

PREMIO AL QUE MÁS SUFRA

El otro día, esperando en la cola del pan escuché una surrealista conversación en la que dos personas se vanagloriaban de tomar un número determinado de pastillas. Número que iba en aumento a medida que recitaban todas las patologías que tenían, en una especie de extraña competición, en la que saldría ganando quien tuviera que tomar más medicación, demostrando, así, tener su salud más dañada que la del otro. Es decir, la recompensa no era, como pudiera parecer lógico, sentirse más sano, sino todo lo contrario.

En otra ocasión, hace ya unos años, fui testigo de otro diálogo similar en el que parecía que la competición era para ver quién lo pasaba peor cuando el hijo o la hija salía de noche y llegaba a las tantas de la madrugada. Así, se describían mutuamente y con toda clase de detalles las horas interminables en vela, los miedos que les venían a la cabeza o el enorme cansancio del día siguiente por no haber dormido nada. Quien llevara a cabo la narración más apocalíptica, se llevaría el gran premio en forma de atención o de compasión, gran alimento para su distorsionado ego.

Pudiera parecer que, si competimos por algo, tendría que ser por algo mejor, de hecho, la publicidad lo utiliza a todas horas: que hay que tener un mejor coche que el que tienen los vecinos, o que si llevas tal marca de reloj tendrás a todas las mujeres que quieras y serás la envidia de tus amigos, o que, si usas determinado detergente, serás la más limpia del barrio (Sí, me repatea como a ustedes que los anuncios sigan transmitiendo rancios estereotipos tremendamente sexistas)

Pues cómo somos que también acabamos compitiendo en el enfermizo torneo de la angustia y el padecimiento.

Al hilo de esto, se me ocurre que ahí puede estar la razón por la cual nuestro expresidente Rajoy y sus acólitos estuvieron 7 horas en el bar cerca del congreso el día de la moción de censura, quizá estaban también compitiendo a ver quién tenía mayor grado de congoja y sufrimiento con lo que les venía encima. ¡Qué intriga! Al final, ¿Quién habrá ganado?

 

LA EBAU, MÉTODO DE SELECCIÓN NATURAL

A partir de mañana se presentan a la EBAU en Asturias en torno a 4000 estudiantes. Estudiantes que hace meses que andan con movilizaciones por lo que consideran un agravio comparativo con el alumnado de otras comunidades autónomas. Por poner un solo ejemplo, en historia tienen que dar más temas que en otras regiones y, en muchos casos, con menos horas semanales para la materia. Y luego claro, eso puede repercutir en la nota. Y es que realmente es un lío, porque, depende de donde estés, tu futuro se puede ver afectado por diferentes desarrollos de la ley educativa de turno, diferentes calendarios de vacunaciones, diferentes perspectivas de empleo y, según el Informe Pisa, hasta diferentes resultados en matemáticas o en competencia lectora.

La EBAU, antes llamada PAU, antes llamada Selectividad lleva implantada desde 1975. Entonces tampoco se llamaba selectividad sino Prueba de Aptitud de Acceso a la Universidad. Y, en absoluto, fue bien recibida, ni por estudiantes, ni por el profesorado ni por las Asociaciones de Padres (las madres, recuerden, quedaban en casa). Hubo numerosas concentraciones de repulsa y exámenes hechos ante los grises, la policía de un dictador ya agonizante.

Las circunstancias han cambiado, pero quienes se van a examinar hoy en día en la EBAU tienen otras presiones, diferentes, pero no menos feroces. La note de corte de muchas universidades es una espada de Damocles constante sobre sus cabezas, aumentando una competitividad llevada a su máxima potencia. Los últimos años del instituto se convierten en un proceso casi de selección natural, en el que sucede igual que cuando los espermatozoides se ponen la zancadilla entre ellos para ver cuál fecunda el óvulo, pues el miedo a fallar y no poder llegar a la nota deseada convierte a nuestros y nuestras jóvenes en ollas exprés con patas.

Quedan así olvidadas y enterradas otras experiencias de aprendizaje mucho más enriquecedoras y socialmente más deseables, como los debates, el trabajo cooperativo, el aprendizaje basado en proyectos, el desarrollo de destrezas del pensamiento más allá de la memorización…

Sin duda, veremos las consecuencias…

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