SER BUENAS PERSONAS, NO SOLO EN NAVIDAD (17-12-18)
Primero fue Santa Claus, al que adoptamos con facilidad aunque le disputara el trono a nuestros Reyes Magos de Oriente, quienes, por cierto, al ser reyes y además magos, no tendrán que hacer, de la que vienen, parada obligada en los campos de desplazados de Líbano, Jordania, Turquía, o, peor aún, en el infierno de las costas libias en las que miles de seres humanos, que huyen de guerras interesadamente provocadas, son sometidos a toda clase de atrocidades con el permiso de la Unión Europea que mira, que miramos para otro lado.
Pero bueno, sigamos, que estamos en época navideña, no empañemos la impostada felicidad de estas fechas…
Como decía, después del mencionado Papá Noel, fue calando el afán por la decoración excesiva y, a veces, un pelín hortera. Y la cosa no quedó ahí, no, que si el muérdago, que si los calcetines colgados de las inexistentes chimeneas, que si la nieve artificial, que si el pavo… Bueno, el pavo quizá no nos haya colonizado. No conozco a nadie, mi familia incluida, que lo hubiera comprado y que lo haya vuelto a meter en el menú navideño del siguiente año.
No, no es que me haya vuelto una defensora a ultranza de la tradición, todo esto viene a cuento como ejemplo de lo influenciables y manejables que somos. Mucho más de lo que nos damos cuenta. Si los telefilms navideños de sobremesa nos van cambiando así, qué no harán cientos, miles de mensajes, muchos de ellos falsos, una y otra vez repetidos por todos lados.
La verdad es que confiaba más en la capacidad racional y reflexiva del ser humano, pero visto lo visto, ya no lo tengo nada claro.
Quizás solo nos quede pedirle a Papá Noel, a los Reyes Magos, al Anguleru o a quien sea, algo mas de pensamiento crítico frente a tanta manipulación y tantas mentiras, algo más de empatía frente a tanto discurso del odio, algo más de respeto a los derechos humanos frente a tanto individualismo feroz, y, ya puestos, podemos pedirle más dirigentes que sean buenas personas cada día, no sólo en Navidad.
Estamos aún a tiempo de añadirlo a nuestra lista de regalos …
Que tengan ustedes unas fiestas bien prestosas.
TIERRA DE EUCALIPTOS (10-12-18)
Resulta curioso que, con todos los eucaliptos que tenemos en Asturias, no aparezcan nunca por ningún lado en las decoraciones típicas de estas fechas. Quizá es que no nos parecen árboles de postal navideña …
Lo cierto es que tanto en Asturias como en Galicia parece existir una verdadera relación de amor-odio con estos árboles. Desde que se trajeron, procedentes de Australia, allá a mediados del siglo XIX, la verdad es que han ido ganando terreno sin cesar.
Quizá recuerden a finales de los 80 una plataforma llamada “Ocalitos non”, que no paraba de salir en los medios denunciando el descontrol de las plantaciones de este árbol y los efectos perniciosos que podía acarrear.
Hoy en día aún se están pensando si declararlo especie invasora o no y en esa decisión se juegan los cuartos la todopoderosa empresa de celulosa, las propias administraciones y también aquellos pequeños propietarios para quienes plantar esta especie de tan rápido crecimiento sale muy rentable. El pasado 1 de diciembre, el Comité Científico Asesor del Ministerio de Medio Ambiente pidió incluirla en el catálogo de especies invasoras, pero, aun así, tanto el Principado, como la Xunta en Galicia, van a defender el modelo actual, incluso ante los tribunales. Con el plumero de la Pampa no hubo tantas contemplaciones, será porque no le da dinero a nadie.
Supongo que, en este como en muchos otros ámbitos, puede ser difícil equilibrar los intereses económicos con los medioambientales. Está claro que necesitamos seguir produciendo madera para celulosa. Pero también está claro que los eucaliptos destruyen la biodiversidad ya que alteran el suelo, desecan fuentes y riachuelos, influyen muy negativamente en la fauna y, además, aceleran la expansión del fuego en caso de incendio.
Quizá lo que haya que pedirles a quienes gobiernan no es acabar con ellos, pero sí regular, planificar y gestionar adecuadamente la política forestal y la conservación de la diversidad. Como siempre, el interés general debería primar por encima de intereses particulares.
O igual habrá que diseñar una nueva campaña publicitaria: “Ponga un eucalipto en su Navidad”
QUE EL FIN DEL MUNDO TE PILLE BAILANDO (3-12-18)
En mi desempeño profesional trato muy a menudo con personas que viven instaladas en el miedo, miedo a que les pase algo grave a ellas o a sus seres queridos. Cuando ese miedo sólo supone un momento de preocupación, cuando sólo supone unos pocos minutos de secreción de adrenalina y cortisol, no habría que darle mayor importancia. Somos seres humanos y no estamos muertos, que sabemos lo que queremos, como decía la canción. Ahora bien, cuando ese miedo va tejiendo una red tupida y oscura en el día a día de las personas, se convierte en una cárcel, en una verdadera prisión en la que se dejan de hacer cosas, en la que se deja de ir a mil sitios, en la falsa creencia de que se puede controlar, así, lo más incontrolable que existe: la muerte.
Mientras tanto, hay personas que se enfrentan a ese miedo cara a cara, personas para las que, por edad o por enfermedad grave, la fecha de caducidad está próxima y que, sin embargo, transmiten vida por todos los poros de su piel. Son personas que disfrutan en un mes lo que muchos en cinco años, son personas que hacen más bello el mundo, son personas que VIVEN, así, con mayúsculas, cada hora, cada minuto, cada segundo…
Hace unos días unas amigas quisimos homenajear a alguien que vivió tal y como les estoy contando, así que nos juntamos para contar mil y una historias vividas con ella, para soltar discursos espontáneos llenos de muchas risas y alguna lágrima, para recorrer lugares que recorríamos con ella, para brindar por haber tenido la fortuna de haberla conocido, para celebrar la vida que compartimos.
En las sociedades como la nuestra en la que se nos vende la idea de que podemos conseguir todo lo que nos propongamos y en la que se nos ofrecen productos para casi todo, la muerte ni siquiera se contempla, se evita pensar en ella y, así, el miedo se va agrandando y consolidando.
Como canta Sabina: “Que el fin del mundo te pille bailando…” Ocupémonos entonces de cómo VIVIR, que de morirnos de miedo ya tendremos tiempo y más tras lo visto ayer en Andalucía con el auge de la extrema derecha más abiertamente retrógrada que se recuerda.
Deja una respuesta