Y el tiempo pasará…

Personas que, cada vez con más frecuencia, reniegan de cumplir años; que dejan de mirarse en el espejo porque les provoca angustia el verse mayores; que no pueden hacer lo que con menos años hacían, llegando a la conclusión, entonces, de que no valen ya para nada; personas que dejan de viajar o de hacer actividades que les gustan y que se encierran en sus casas por miedo a que les critiquen y señalen por ser viejos…

Resulta doloroso percibir su malestar y resulta aún más doloroso comprobar que no son casos aislados, que cada vez más personas mayores sienten que no tienen nada que aportar, sienten que solo les queda ver “realities” en completa soledad (Asturias es, según el INE, una de las regiones con más población mayor viviendo sola), sienten que se han vuelto invisibles, sienten que se les han arrebatado hasta las palabras.

¿Creen ustedes que la obsesión que nos invade por la juventud y la belleza tendrá algo que ver?

¿Creen ustedes que los estereotipos negativos que existen asociados a la vejez podrían ser una de las causas?

Lo que está claro es que la vejez no está de moda, casi no sale en la televisión, ni en la publicidad, ni en las revistas… Más bien todo lo contrario, la sociedad de consumo en la que estamos inmersos nos bombardea con milagros para la eterna juventud: cremas, alimentos, aparatos de gimnasia, cirugía…

Y, sin embargo, lejos de sentirnos mejor, se incrementan los miedos e inseguridades, llegando incluso, en algunos casos, a desarrollar una verdadera fobia a envejecer, la gerascofobia.

Simone de Beauvoir, en su obra “La vejez”, ponía de manifiesto la importancia y diversidad de esta etapa de la vida y llevaba a cabo una crítica a la visión capitalista y productiva de la edad: “…solo interesa el ser humano en la medida en que rinde, después se desecha…”, “falta examinar qué lugar se les asigna a los viejos”. También hacía una llamada al reconocimiento: “En el futuro que nos aguarda está en cuestión el sentido de nuestra vida; no sabemos quiénes somos si ignoramos lo que seremos: reconozcámonos en esa vieja, en ese viejo”

Marisol Delgado Artime

El ciclo de vida de cualquier ser humano se compone de diferentes etapas, cada una de ellas con sus propias características, cada una de ellas con aspectos positivos, pero también con algunas connotaciones negativas. La forma en que vivamos cada etapa dependerá en gran medida de cómo la enfoquemos, de cómo nos percibamos, de la actitud que desarrollemos.

“Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena” (Ingmar Bergman)

Adaptarse a cumplir años supone mantener en la medida de lo posible actividades mentales y físicas, viviendo cada momento del presente, aceptando las limitaciones que la edad impone, permitiendo la ayuda que se pueda necesitar (asumiendo, por supuesto, que dicha ayuda no resta un ápice de valía, solo es el complemento necesario para funcionar)

La catedrática Rocío Fernández Ballesteros, recién investida Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca, lo dice muy claro: “El envejecimiento es un proceso de larga duración que no depende del azar. La genética interviene en su evolución un 25%, pero el porcentaje restante, mucho mayor, obedece a factores ambientales. Y dentro de estos, el comportamiento y la actitud son determinantes para desarrollar un estilo de vida saludable”.

Pero nada de esto funcionará si no hacemos un esfuerzo conjunto para abandonar los estereotipos negativos y dignificar el hacernos mayores. También la publicidad y los medios en general tienen la responsabilidad de recurrir a imágenes positivas que expresen la experiencia y sabiduría que aporta la edad.

Hubo una época en la que la vejez era una época natural de la vida, una más. Hubo una época en la que series de ficción como “Las chicas de oro” nos mostraban a personas mayores expresando sus inquietudes, sus necesidades, sus vivencias y sus peripecias sexuales. Porque la gente mayor también se arrejunta o no saben ustedes lo de la vieja y el viejo que iban para Albacete y que no iban precisamente a jugar a la petanca…

 

 

 

 

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