“Educar la mente sin el corazón no es educar en absoluto” (Aristóteles)
Un nuevo curso escolar comienza. Ciencias, música, artes plásticas, matemáticas, educación física, lengua, literatura, inglés…, llenarán las pequeñas cabecitas. Pero no se vayan, aún hay más… En algunas aulas y en algunas casas, también se promoverán otros conocimientos, esos del corazón a los que se refería Aristóteles, esos que preparan para afrontar la vida.
Hace ya varias décadas que se tiene evidencia científica de que la educación emocional promueve el equilibrio personal, aumenta la motivación y el entusiasmo, favorece la empatía y las relaciones sociales, ayuda a tomar mejores decisiones, aumenta el bienestar psicológico y abre, por tanto, la puerta a un pleno desarrollo personal, social y laboral.
Pero, ¿cómo llevar a cabo esta educación emocional? Aquí van algunas pistas relacionadas con los diferentes aspectos que la componen:
- Conocimiento emocional
Un aspecto básico es ayudar a la gente menuda a identificar y conectar con la emoción que sientan ante un suceso importante. Guiarles mediante cuentos, juegos, dibujos… Con los adolescentes se pueden usar diarios, por ejemplo. Que conozcan lo que sienten y por qué se sienten así, Y, desde luego, nunca burlarse o humillarles por sus emociones.
- Autocontrol
Enseñarles esos pequeños trucos que siempre ayudan a no dejarse llevar por los primeros impulsos. Contar, respirar profundamente o cambiar de actividad, ya que pueden ayudarles a manejar emociones intensas como el enfado o la frustración, para poder pensar después en cómo les conviene actuar. Una de las claves va a ser también el que los adultos no perdamos el control, somos modelos de vida, no podemos exigirles a ellos lo que igual nosotros no somos capaces de hacer.
- Responsabilidad
Cada vez tendemos más a sobreprotegerles y eso no les va a servir de mucha ayuda. Es mejor darles desde pequeños tareas y obligaciones para crear hábito, estableciendo costumbres lo más regulares posible. Eso sí, no recordarles las cosas una vez estemos seguros de que nos han escuchado y entendido. Recordarles las cosas se convierte en una mala costumbre de la cual los/as niños/as pasan a depender. No asumir sus responsabilidades, aunque no lo hagan del todo bien. Dejemos, siempre que sea posible, que asuman las consecuencias naturales de sus conductas.
- Motivación
Utilicemos el refuerzo positivo, pero fomentando la motivación intrínseca, para que hagan las cosas porque lo crean conveniente, no para depender de la aprobación externa. Favorezcamos, además, que tengan aficiones que les permitan canalizar su energía y su talento.
- Autoestima
En este aspecto, algo primordial es no compararles nunca, con nadie, y manifestarles afecto sea cual sea la situación, incluso cuando haya que reñirles. Así mismo, no se lo hagamos todo, dejemos que alcancen metas por sí mismos/as. No les enseñemos a ser perfeccionistas, normalicemos el hecho de cometer errores y dejemos de usar etiquetas como “eres malo/a”, una cosa es el “hacer” y otra el “ser”.
- Solución de problemas
Plantearles qué alternativas creen que tienen y animarles a que pongan en práctica alguna de ellas, para que se vayan sintiendo más dueños/as de sus actuaciones. Sería también de gran ayuda que nos oyeran conversar de forma tranquila sobre problemas cotidianos y sobre cómo los vamos afrontando.
- Tolerancia a la frustración
Tolerar la frustración desde pequeños permite que los/as niños/as puedan enfrentarse de forma positiva a las distintas situaciones de la vida. La frustración va a ser un estado transitorio, y, si siempre se les da todo aquello que piden, no aprenderán a tolerar el malestar que les provoca y a hacer frente a las situaciones adversas.
- Empatía
Hablarles de la capacidad de comprender y conectar con las emociones ajenas y servirles de modelo de conductas y actitudes prosociales. Leer un cuento o ver una película juntos puede resultar de gran ayuda para utilizar el lenguaje emocional y practicar la empatía, intentando comprender las emociones de las personas que aparecen en las historias.
- Asertividad y habilidades sociales
Enseñarles las habilidades sociales básicas: saludar, decir gracias, pedir perdón, recibir una crítica, decir un “no”, aceptar una disculpa…, pero sin presionar ni imponer, sirvamos de ejemplo y utilicemos el refuerzo.
Eduquemos para que la razón y la emoción vayan juntas de la mano, eduquemos para afrontar la vida y, más que con lo que decimos, eduquemos con lo que hacemos.
Fantástico. Este artículo me viene genial para abordar los proyectos que tengo en mente con gente menuda. Es más, Marisol, acabas de darme una idea para impartir un taller a mis queridos adolescentes 😉😁😘
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Tu cabeza no para de idear, Elma, es genial, cuánto me alegro. Un enorme y cariñoso abrazo ❤️
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