Cuando el estrés laboral nos complica la salud y la vida

“Voy a trabajar cada día con el estómago encogido”

“La situación me está desbordando, no me aguanto ni yo”

“Lo peor es que llego a casa y continúo dándole vueltas. Ni duermo, ni descanso”

La mayoría de las personas experimentaremos estrés relacionado con el trabajo en algún momento de nuestras vidas. En numerosas ocasiones, se tratará de algo puntual, que no constituirá mayor problema. Sin embargo, cuando las situaciones de estrés se alargan o se intensifican, pueden originar importantes y adversos efectos en nuestra salud física y mental.

Algunas cuestiones que nos pueden ayudar:

  1. Entender qué es el estrés

Es este uno de esos términos que, de tanto manosearlos, van perdiendo su verdadera identidad. En realidad, el estrés hace referencia a una serie de reacciones que nos ocurren ante una situación que se percibe como una demanda o como una amenaza. Es, desde luego, una muy natural y adaptativa respuesta que nos ayuda a hacer frente a millones de situaciones a lo largo de nuestra vida, desde cruzar más rápido un paso de peatones para que no nos atropellen, hasta abordar una mudanza, una negociación familiar o un aumento de salario. El problema aparece cuando las situaciones que nos generan estrés superan nuestra capacidad de hacerle frente, especialmente si se cronifican.

  • Conocer las consecuencias del estrés laboral crónico

A nivel físico pueden aparecer molestias gastrointestinales; dolores de cabeza; problemas osteomusculares, incluidos el dolor y los hormigueos; alteraciones del sueño; cambios en el apetito; taquicardia; opresión en el pecho; debilitamiento del sistema inmune; …

A nivel mental: irritabilidad; dificultades de atención, concentración y memoria a corto plazo; accesos de llanto; apatía; desmotivación; ansiedad; depresión; …

  • Promover formas de abordarlo

En general, puede venirnos bien conocer nuestra manera de reaccionar frente a las situaciones estresantes. Observar cómo pensamos, sentimos y actuamos nos va a dar una valiosa información de cara a analizar lo que nos funciona (para reforzarlo) y lo que no (para modificar lo que se pueda).

Asimismo, es altamente probable que nos sirva de ayuda marcar límites entre la vida personal y laboral, dar el merecido descanso a los dispositivos móviles asociados al trabajo, entrenar el decir que no de forma asertiva, practicar la técnica del “tiempo fuera” cuando nos sintamos a punto de estallar y focalizar más la atención en ayudarnos que en rumiar lo que no está en nuestra mano cambiar.

Tampoco estaría de más que practiquemos algo de ejercicio, que quedemos con nuestra gente, que hagamos cosas que nos refuercen. Y que no nos metamos mucha caña en cuanto al nivel de autoexigencia. No nos pidamos imposibles, pongámonos metas realistas y practiquemos la sana costumbre de no hacer varias cosas a la vez, de saber priorizar.

Por último, no nos olvidemos del contexto. Qué importante que se esté generando empleo menos precario, se luche contra la explotación laboral, se potencien medidas de conciliación y se haya ido elevando el Salario Mínimo Interprofesional.

El otro día emitían en la 2 la magnífica película de Ken Loach, “Sorry We Missed You”, muestra de la devastación personal y familiar resultante de la precarización del trabajo y de la pérdida de derechos laborales.

A propósito de esto, hace bien poco que teníamos por todas las televisiones nacionales a los caseteros de la feria de abril de Sevilla –cual Señoritos Iván del Siglo XXI– montando una buena porque no se les iba a dejar explotar al personal como dios manda…

En fin, cuidémonos para que trabajar no se convierta en un infierno.

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