PIECES(ARTÍCULOS DE OPINIÓN DE JUNIO Y JULIO EN LA VENTANA DE ASTURIAS, EN SER GIJÓN)

Una historia verdadera (6-6-22)

Hay historias que apenas conocemos. Aunque puedan tener todos los ingredientes para liderar las audiencias, por encima incluso de las naderías de un puñado de famosetes en una isla o de las pasiones de las telenovelas turcas.

Hoy quisiera poner el foco de atención en una de esas historias, la de una heroína dedicada a labores humanitarias en una zona del mundo en la que sobrevivir es un milagro.

La acción se sitúa en abril del año pasado. Una noche, cuando las sombras del sueño aún ocupan la mente y el alma, nuestra protagonista es arrestada por 25 soldados armados, en su casa cerca de Belén –sí, el Belén de nuestros villancicos navideños– y es retenida durante varias semanas en una celda de aislamiento. La acusan de atentar contra la seguridad del estado de Israel.

Sometida a interrogatorios durante horas… Sin poder comunicarse con su familia … Al borde del desfallecimiento…

Durante varios meses, mientras se suceden las farragosas labores diplomáticas, la angustia de su gente querida va en aumento ante la impotencia de no poder ayudarla.

Finalmente, la condena se ve reducida a unos meses de cárcel y a una multa. Está claro que la labor de amedrentar a quienes ejercen la solidaridad ya está realizada.  

No me digan que el guion de esta historia no parece sacado de una novela de John Le Carré. Pues es una historia real, la de Juana Ruiz o Juani Rishmawi, que pudo recuperar la libertad y reunirse con su marido Elías y sus hijos María y George.

El próximo jueves a las 7 de la tarde, en la Escuela de Comercio, podrán escucharla en vivo y en directo. Una impactante y conmovedora historia.

Las invisibles (13-6-22)

En una de las mejores películas de los últimos tiempos, “Roma”, el director Alfonso Cuarón nos muestra la vida de Cleo, empleada del hogar de una familia de clase alta en el México de los años 70. Una empleada del hogar que apenas tiene vida propia, pues las necesidades de la familia son continuas. Un fiel reflejo de las innumerables historias de sumisión y explotación que este colectivo aún sigue protagonizando.

La Organización Internacional del Trabajo promulgó en 2013 el llamado Convenio 189 para instar a los estados a dotar de condiciones decentes la labor de las trabajadoras domésticas –digo trabajadoras porque el 95% son mujeres– En estos años, 35 países lo habían ya ratificado. Al nuestro le ha costado casi 12 años. Parecía que nunca era el momento de terminar con la precariedad y la falta de derechos de este colectivo (por no tener, no tienen ni derecho al paro). Han sido invisibles. Y eso que son muchas y llevan años movilizándose para lograrlo.

El pasado jueves el dictamen del Congreso a favor de este Convenio 189 hizo saltar por todo el país miles de gritos y de lágrimas de esperanza y de alegría. El ministerio de Trabajo, con Yolanda Díaz al frente, está ya con los trámites para, como ella dice: “saldar una deuda histórica con miles de mujeres”. Los trabajos del hogar y de los cuidados, se están colocando, por primera vez, en la agenda política.

Puede que la pandemia haya servido para darnos cuenta de que las personas que desempeñan trabajos en los hogares son esenciales. Ya está bien de negarles sus legítimos derechos. Ya está bien de envolverlas con el grueso y pesado manto de la invisibilidad.

Todo arde (20-6-22)

El calentamiento global de la Tierra es un hecho ya indiscutible.  Resulta imposible negar la evidencia. (Incluso el primo de Rajoy se habrá tenido que retractar en sus fallidas, pero extensamente publicitadas opiniones).

Sin embargo, nuestro planeta – el único que tenemos, les recuerdo– sigue sin tenerlo fácil, quienes representan los grandes intereses económicos y políticos están haciendo todo lo posible por retrasar cualquier acción para combatir la crisis climática. Esa es su nueva táctica. No niegan el aumento de la temperatura global porque, a estas alturas, hacerlo supone quedar como verdaderos ignorantes, pero sí minimizan el impacto de la actividad humana y retrasan todo lo que pueden y más las medidas que habría que poner en marcha. Han pasado de negacionistas a obstruccionistas. Saben que pueden. No parece importarles dejar sin futuro a las siguientes generaciones.

Eso, si los incendios no acaban antes con todo. Las, cada vez más frecuentes, olas de calor están propiciando la aparición de fuegos más devastadores, especialmente en zonas con nefasta política de gestión forestal. Este fin de semana ha sido especialmente complicado, ya lo hemos visto.

Por poner la nota local, decirles que también debieron de arder el cantante Eli “Paperboy” Reed y sus músicos viendo el lugar en el que, tras varios cambios sin avisar, los organizadores de la gira en Gijón, les metieron el sábado a dar su concierto. Lo cierto es que fueron profesionales y lo dieron todo, a pesar del minúsculo escenario, del asfixiante calor y de las malas condiciones del local en general. No sé yo si volverán a esta ciudad. Y eso no será culpa del cambio climático…

El Imperio contraataca (27-6-22)

Toda la vida haciéndonos creer que eran un referente a imitar, un lugar donde la justicia siempre era justa, donde el bien triunfaba sobre el mal, donde gente como Rosa Parks plantaba cara a los de los capirotes o donde Bob Woodward y Carl Bernstein (en mi retina siempre con los rostros de Robert Redford y Dustin Hoffman) eran aclamados por destapar el escándalo Watergate, aquella conspiración del gobierno de Nixon para acosar y espiar a adversarios políticos, utilizando para ello los propios estamentos gubernamentales–Ya ven que Fernández Díaz y Villarejo no inventaron nada nuevo–.

Pues miren ustedes la actualidad del imperio:

Niveles de desigualdad indecentes (y creciendo).

Población que se endeuda de por vida para estudiar y, sobre todo, para curarse.

Fronteras regadas con la sangre de soñadores en busca de una oportunidad. –¡Anda, como aquí…!–

Persecución y hostigamiento a quienes cuentan la verdad, como el periodista Julian Assange, atravesando un verdadero infierno por destapar actuaciones oficiales indebidas.

Sabotajes judiciales a los derechos civiles, como el derecho al aborto. Trump y sus huestes siguen ganando con los tribunales lo que perdieron con los votos. Lo están haciendo con premeditación y alevosía. Llevan tiempo escogiendo a los vástagos de las élites para encaminarlos a los puestos de poder.

Ay, el poder…

Teníamos que haber sospechado cuando Obi-Wan Kenobi dijo: “En mi opinión, los senadores solo complacen a los que financian sus campañas y, en muchas ocasiones, olvidan los principios de la democracia para obtener esos fondos”.

Ya ven, lo de democracia, derechos y libertades no ha sido más que un gran trampantojo. Allí y acá.

Nuestro futuro es incierto. Que la fuerza nos acompañe.

El derecho a crecer con afecto y seguridad (4-7-22)

Ya lo dijo Aristóteles, somos seres sociales por naturaleza, necesitamos de otras personas para sobrevivir, necesitamos vincularnos. La familia, sea del tipo que sea, suele ser ese primer agente socializador en el que encontramos afecto y seguridad. Sin embargo, no siempre es así, no siempre se generan vínculos sanos, vínculos en los que se cuide, se pongan límites adecuados, se guíe, se mime, se refuerce, se proteja …

En ocasiones, porque los seres humanos que conforman las familias no pueden, no quieren o no saben actuar más que desde el egoísmo, el rechazo, la falta de empatía, la rigidez, la crítica excesiva o, incluso, el maltrato.

Vuelvo a ver hace unos días esa maravilla de película que es “Million Dollar Baby” y, aparte de la impactante historia que Clint Eastwood nos cuenta, no dejan de perturbarme las escenas en las que Maggie, el personaje principal interpretado por Hilary Swank, interacciona con su familia, ese grupo de seres interesados, llenos de mezquindad y vomitando continuos reproches. Quizá porque escucho bastante a menudo a personas con hondas heridas emocionales creadas por sus propios familiares.

Otras veces es el entorno el que hiere. No pueden construirse personas sanas cuando la precariedad laboral, las dificultades de acceso a una vivienda, las mermas en educación y sanidad públicas y la falta de tiempo libre son una realidad palpable y demasiado frecuente. Y, ya directamente resulta una utopía, cuando las guerras y el hambre forman parte del cotidiano paisaje. Que se lo digan a las familias de las personas fallecidas de forma cruel e inhumana en la valla de Melilla o en un camión abandonado en Texas.

Un poquito de humanidad, aunque fuera nivel básico, no sobraba. Reclamemos el derecho a crecer en entornos sanos, protectores y estables. ¡Qué menos!

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2 Comments

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  1. Muchas gracias Marisol, tus escritos siempre rascan la piel. Un abrazo enorme

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