RUIDO Y FURIA (5-11-18)
¿Somos conscientes del bombardeo de información negativa al que estamos sometidos? Cada día convivimos con violencia, corrupción, mentiras, injusticias… Cada día nos vamos entrenando más y más en la ira, el miedo, el odio o la crispación. Y, si bien es verdad que resulta difícil sustraerse a todo ello, no es menos cierto que no tenemos por qué ser receptáculos pasivos a toda esa focalización en lo negativo. Como seres humanos somos capaces de pensar por nosotros mismos, somos capaces de elegir y actuar como nos parezca más conveniente. Hagamos entonces algo. Los seres humanos somos capaces de lo peor, pero también de lo mejor, la historia siempre nos lo ha demostrado. No debemos perder la fe en el género humano, no debemos. Hagamos caso a Concepción Arenal y luchemos y resistamos para ser buenas personas, aportemos nuestro granito de arena para construir un mundo mejor…
Qué me dicen de las innumerables personas que de forma altruista ayudan en lo que pueden en su pueblo o en su barrio; o de las que realizan una anónima pero imprescindible labor voluntaria en asociaciones y entidades que abordan temas de salud o problemáticas sociales; o todas las que salen a la calle a caminar, correr o lo que haga falta por causas solidarias.
Y ahí tenemos un paisano de Infiesto, que se encontró hace unos días una cartera con casi mil euros dentro. Podía haberse quedado el dinero, pero no, lo entregó en el local en el que la encontró, donde la pudo recoger su aliviado dueño.
Decía Leonard Cohen: “Creo que la gente y la sociedad es buena… Hay bondad hasta en los círculos más corruptos y reaccionarios. Creo que el hombre puede cambiar y que las cosas pueden cambiar. Se trata de cómo queremos que cambien las cosas”
Y yo añadiría que el ruido y la furia no nos aturdan, no permitamos que mediocres con altavoces nos enfrenten a unos y a otros y nos hagan olvidar nuestros valores. No debemos perder la fe en el género humano, no debemos, nuestra supervivencia como especie depende de ello.
DAR EL CANTE (12-11-18)
La escritora Dulce Chacón nos decía en “La voz dormida”: “Las cosas amargas hay que pasarlas deprisa, y que pierdan sabor si les pones el azúcar de una canción”.
Pues resulta que Dulce Chacón tenía razón, está demostrado científicamente que cantar ayuda a estar mejor, cantar hace que se liberen ciertas hormonas y neurotransmisores que mejoran el estado de ánimo: oxitocina, endorfinas, serotonina, dopamina…; está comprobado que cantar disminuye el estrés y la ansiedad y aumenta la eficacia del sistema inmunológico.
Pruébenlo:
Que Alcoa pasa olímpicamente de las cincuenta mil personas que clamaron en Avilés por una solución al ERE planteado, ya saben, canten. Canten como hicieron este fin de semana en un evento deportivo miles de gargantas al grito de “Alcoa no se cierra…”
Que el supremo practica el dondedijedigodigodiego y da marcha atrás a una sentencia ya establecida para beneficiar a la banca, que aquí ya ni se molestan en disimular quien realmente manda, ya saben, canten. Canten la estrofa del puñao de parné de “La bien pagá”, por ejemplo.
Que las mujeres españolas estamos desde antes de ayer trabajando gratis lo que queda de año debido a la desigualdad salarial, ya saben, canten. Canten, si les parece, el “Respect” de Aretha Franklin, aunque sea en un inglés por pura fonética, da igual.
Les puedo asegurar que, aunque, por supuesto, el cantar no nos vaya a solucionar los problemas, sí que nos puede ayudar, y mucho, a tener el ánimo suficiente para buscar soluciones o cambiar lo necesario en vez de desgastarnos rumiando.
“Al cantar me puedo olvidar de todos los malos momentos, convertir en virtud defecto, desterrar la vulgaridad aunque solo sea un momento y sentir que no estamos muertos…”
El Fito de Platero lo deja bien claro: cantemos, estamos vivos, hagamos algo…
EDUCAR PARA PREVENIR LA VIOLENCIA (26-11-18)
En estos días hemos escuchado, un año más, las aterradoras cifras de asesinatos por violencia machista desde que se recaban datos. Quizá hemos asistido también, un año más, a marchas reivindicativas, charlas, conciertos, representaciones teatrales y lecturas de distintos manifiestos.
Pero ¿Por qué después de tantos años de campañas aún hay que seguir lamentando que tantísimas mujeres paguen la libertad con su vida? ¿Por qué aún hay que estremecerse por el horror que viven muchas de ellas y muchos niños y niñas en sus casas, día tras día, porque ese presunto compañero y presunto padre los lastima y les destroza la vida?
La respuesta siempre está en la educación, en la necesidad de una educación afectiva y sexual, de una educación para los sexos. Sabemos de los altibajos naturales inherentes a cualquier gran cambio social, desde luego, pero en nuestra mano está perseverar para que la igualdad de derechos esté cada vez más cerca y se convierta en una realidad. Y, para ello, no cabe ninguna duda de la necesidad de una toma de conciencia de mujeres y varones de nuestra propia interiorización de estereotipos y prejuicios sexistas, de lo que enseñamos y transmitimos a las nuevas generaciones, no sólo a través de la palabra, sino, y, sobre todo, a través de nuestra forma de ser, de vivir y de actuar.
Debemos, pues, educar y pelear, como decía la filósofa, historiadora, periodista y política Rosa Luxemburgo, “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.
Todas y todos saldremos ganando… La sociedad saldrá ganando.
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