LUCES DE BOHEMIA (2-12-19)
Recuerdo en mi adolescencia a mis padres detrás de mí para que apagara las luces cuando salía de la habitación o del baño. Lo que entonces me parecía una manía de ellos, incluso una pesadez, lo rememoro ahora como entrañable, como parte de sus vivencias en una posguerra de escasez y necesidades.
Ahora me descubro a mí misma repitiendo los mismos esquemas…
Quizá sea porque me hago mayor.
Quizá sea porque ahora les entiendo y les imito.
Quizá sea porque la luz ha subido este año siete veces más que los salarios, situándose España como el tercer país con la luz más cara de la Unión Europea, según la última estadística de la oficina de la Comisión Europea, Eurostat.
Quizá sea porque, en un informe del pasado mes de noviembre de la Agencia Europea de Cooperación de Reguladores Energéticos se recoge que los hogares españoles han sufrido la mayor subida de luz en la última década, un 66,8%.
Quizá sea porque dos expresidentes, González y Aznar, fueron los causantes de la privatización de Endesa, la que era empresa pública de electricidad, y ¡qué casualidad! el primero estuvo en el Consejo de Gas Natural Fenosa y el segundo en el de la propia Endesa, ahora propiedad de Enel, la empresa pública italiana.
Quizá sea porque no sólo ellos han utilizado las “puertas giratorias”. Antes y ahora De Guindos, Solbes, Acebes, Salgado, Cabanillas, Martín Villa, Serra, Solbes, Marín, Atutxa, Solana, etc., etc., etc.
Quizá sea porque no entiendo absolutamente nada de economía, pero sí de gente que lo pasa mal, que llega el frío y tienen que elegir entre comer o calentarse, aunque en Vigo o en Madrid tengan luces asgaya para deslumbrarles…
Quizá, cuando voy por mi casa apagando las luces, solamente busco, como hacía Max Estrella, el protagonista de “Luces de Bohemia” de Valle-Inclán, un poco de sentido a la triste realidad de miseria, explotación y corrupción que nos toca presenciar.
EL GPS QUE NOS LLEVA AL DESPEÑADERO (16-12-19)
Creo que tenemos un pésimo GPS para conducirnos como sociedad. Nos está pasando como el camión que se quedó embarrancado hace unos días en una localidad del municipio de Avilés, que terminó atravesado en un barrizal hasta que lo pudieron sacar con una grúa. No es cosa de broma, hace un par de años, tuve que mandar al aparatín este de marras a freír espárragos pues, subiendo un puerto, no hacía más que mandarme girar a la derecha, “a quinientos metros gire a la derecha”, “a trescientos metros gire a la derecha”, y así todo el tiempo. El problema es que, a la derecha, durante todo ese trayecto, solo estaba el despeñadero…
El caso es que ahí parece que como grupo humano nos encontramos, con un GPS deteriorado o directamente roto. Con total necedad nos quedamos mirando el dedo mientras nos van despojando de los más esenciales derechos. Votando cada vez más a líderes que no pasarían el más elemental test de inteligencia, o, lo que es peor, que no saldrían muy bien parados en cualquier cuestionario de personalidad, y asistiendo a la total perversión de lo que siempre nos había parecido intocable, los derechos humanos. Y, así, gente como Trump, Bolsonaro, Erdogan, Salvini o, el ahora recientemente “coronado” Johnson, a través de los discursos más engañosos, apoyados por todo un conglomerado de intereses económicos y mediáticos y manipulando sin pudor a través de internet y las redes sociales, han ascendido a las cotas de poder que rigen medio mundo.
Sólo habrá esperanza si mantenemos la mente lúcida, si no compramos esos, y mil discursos más, que polarizan y generan desigualdades, odios y miseria, si no nos dejamos guiar por este maldito GPS que sólo nos llevaría a embarrancarnos o, aún peor, a caer por infaustos despeñaderos.
VUELVEEEEEE, A CASA VUEEELVE, POR NAVIDAD (23-12-19)
Un año más, el “vuelve a casa, vuelve” sigue recordándonos los reencuentros familiares en estas fechas. Pero no sé yo si no tendrán que ir cambiando de eslogan …
Tenemos a un montón de gente que se ha tenido que ir a trabajar o a estudiar fuera, especialmente jóvenes Y no tienen bastante con tener que estar a cientos o a miles de kilómetros de distancia de sus familias y amistades, que tienen que ver cómo llega la Nochebuena y no lo tienen fácil para llegar a este nuestro Paraíso Natural. Ni por tierra, ni por mar, ni por aire. Retrasos, averías, vías colapsadas, billetes por las nubes y rutas eliminadas, ponen a prueba el espíritu navideño más recalcitrante. Ya saben, en cuanto empeora el tiempo cierran hasta el Huerna, en tren la cosa se complica cada dos por tres, tenemos un aeropuerto que tiene la cifra más baja de destinos de los últimos años y una autopista del mar que no hay dios quien la ponga en marcha. A ver si va a ser que estamos fraguando una república astur independiente, así, a la chita callando, sin que se note demasiado …
Y luego está la gente que no vuelve a casa, sencillamente porque nunca se ha podido ir. Hace unos días el Consejo de la Juventud nos alertaba de cómo la precariedad laboral, los bajos salarios y los precios de la vivienda guardan una relación causal con el dato de que sólo se vaya de casa uno de cada diez. Afirma, además, el estudio que los jóvenes tendrían que dedicar más del 90 % de sus sueldos para alquilar algo en lo que vivir, y peor aún lo tienen para comprar. Ya me dirán ustedes como emanciparse así… Tendremos jóvenes que llegarán a la cincuentena y estarán todavía pidiendo la propina a sus padres, sin poder independizarse, sin tener proyecto de vida, sin nada…
A este paso los únicos que volverán a casa por Navidad serán los camellos, los de los Reyes Magos, por supuesto.
Felices Fiestas.
PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS (30-12-19)
Cantaban Los Rodríguez allá por 1995 aquello de “Palabras más, palabras menos, palabras que pueden lastimar, palabras menos, palabras más…” Y es totalmente cierto, hay palabras que hieren, que lastiman, incluso aunque esa no sea la intención con la que son pronunciadas. Los reproches, las críticas, las quejas, los insultos o las amenazas pueden dañar más que los “puñales por la espalda” (magnífica película, por cierto)
Y ya que estamos en el tiempo de los buenos y loables propósitos con el comienzo del nuevo año: que si apuntarnos a un gimnasio, que si dejar de fumar, que si dejar de ver telebasura…, no estaría de más que incluyéramos el cuidar mejor las palabras que usamos, el cómo las decimos y el efecto que, con ellas, causamos. Sólo así podemos darle la vuelta a esta corriente de polarización, intolerancia y crispación que nos envuelve. No subestimemos el poder de las palabras para cambiar nuestro pequeño mundo, incluso para cambiar, quizá también, el mundo en general.
Una de las instituciones que más relación guarda con las palabras, la Real Academia de la Lengua, acaba de elegir precisamente algunas de las que, a su juicio, pueden servir para resumir este 2019 que ya está dando sus últimos coletazos. Fíjense cuáles han colocado las primeras: progreso, deporte, feminizar, constitución, confianza, acogida, estado, elección, inteligencia, escuela, clima. Son palabras que construyen, palabras que enriquecen, palabras que, lejos de lastimar, refuerzan.
A mí, aunque también me vengan a la cabeza otras como deslocalización, Alcoa, Vesuvius, desigualdad o corrupción, me parece que resumen bien el año palabras tan reparadoras como concienciación, sororidad, diálogo, acuerdos…
¿Y ustedes? ¿Con qué palabra resumirían este año que ya termina?
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