AUTOCONFIANZA EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO

Últimamente oigo y leo a muchos “capitanes a priori” (muchos, créanme…) anticipar la ocurrencia de numerosos trastornos psicológicos a causa del confinamiento. Que si trastornos de estrés postraumático, que si depresión, que si ataques de pánico… Ante esto, tengo muchas dudas, dudas que hacen que no lo comparta del todo, que no lo comparta más allá de la inevitable aparición de la tristeza y del miedo como emociones consustanciales a la incertidumbre y los cambios que presiden estos días nuestras vidas o más allá de la existencia de problemas psicológicos previos a esta obligada reclusión. Considero que tener miedo no es agradable, desde luego, pero no es un trastorno. Considero que estar triste es duro y difícil, pero es una emoción, no una patología.

Seguro que han oído hablar de la profecía autocumplida. Pues me preocupa que ocurra con esto que estamos viviendo. Si yo escucho a todas horas que voy a tener, por ejemplo, una depresión, por estar encerrada en casa, lo más probable es que mi mente seleccione inconscientemente mis (naturales y pasajeros) momentos de tristeza, de frustración, de angustia o de indefensión, agrandando la importancia de esas emociones y generando una percepción negativa acerca de mi propia capacidad de afrontar la situación.

A través de los (cada vez más carroñeros) medios y redes sociales nos detallan estudios sobre los efectos psicológicos que el confinamiento ha causado en personas, secuestradas o prisioneras de guerra, por ejemplo. Y pienso que no pueden ser datos comparables puesto que, salvo en algunos casos, no nos falta de nada en nuestras casas, no nos faltan alimentos, luz, gas, redes sociales para relacionarnos, red wifi para entretenernos, hasta papel higiénico y harina en abundancia tenemos.

Uno de los grandes de la psicología, Albert Ellis, nos enseñó que no son las situaciones ni las adversidades las que provocan directamente nuestro malestar emocional, es nuestra manera de enfocar lo que nos ocurre la que puede propiciar que, o bien, se agrande nuestro sufrimiento o, bien nos ayudemos abordando y/o solucionando lo mejor posible lo que nos esté ocurriendo.

Así que confíen en sí mismos y en sí mismas, confíen más en sus recursos personales, en su capacidad de salir adelante, párense a pensar en las opciones que tienen y elijan la que crean que les puede resultar más conveniente o, si no queda otra, al menos la menos mala.

Cuídense y, en la medida en que puedan, cuiden a la gente más vulnerable.

Yo voy a seguir con mi Nina Simone, “No tengo hogar, no tengo zapatos, no tengo dinero, no tengo clase, no tengo falda, no tengo suéter, no tengo perfume, no tengo amor… ¿Qué es lo que tengo? Tengo mi cabello, tengo mi cabeza, tengo mi cerebro, tengo mis orejas, tengo mis ojos, tengo mi nariz, tengo mi boca, me tengo a mí misma… Tengo una vida”.

Escúchenla…

 

5 Comments

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  1. Marisol, tú ya sabes lo que opino al respecto y cómo encaro la situación, pero quiero decirles a tus seguidores que este artículo no solo se trata del criterio de una excelente profesional de la psicología, sino que obedece a la más pura sensatez. Y es que ésta es siempre una buena consejera. Un abrazo envuelto en Salud y suerte 🤗💞

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  2. Me ha encantado leerte Marisol, aunque seguramente te haga una visita cuamdo pase todo esto, creo que tus palabras son las acertadas, como siempre!!!
    Un abrazo y un día menos!!!

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